13.10.08

Berlín Express

Nuestro billete dice: Barcelona (GRO) – Hamburg… pero por alguna extraña razón aterrizamos en Lübeck. Indagamos cómo llegar al centro de Hamburgo y nos dicen que lo primero es llegar al centro de Lübeck.
Nos mojamos y preguntamos a todo ser viviente mientras intentamos encontrar la estación. Una vez allí cogemos un tren hacia Hamburgo.
Llegamos y antes de ir a ningún otro sitio nos encargamos de comprar el billete hacia Berlín. La primera sorpresa llega cuando nos damos cuenta que para ir a Berlín volvemos a pasar por Lübeck. ¡Perfecto! Unos 11 € para retroceder.
Nuestro tren sale a la 1h, damos una vuelta intentando (sin éxito) visitar algo interesante en Hamburgo, pero volvemos pronto para no perder nuestro medio de transporte.
A las 12:50 h nuestro tren sigue sin aparecer en la pantallita azul, cosa que nos pone nerviosas… Preguntamos. La primera persona que vemos es un conductor de trenes: doy un par de golpecitos en su ventana y con ese gesto en mi cara, que según yo significa “ayúdame, por favortelopido”, aplasto el billete contra la ventanilla y con el dedo índice de la otra mano lo señalo. El hombre se levanta y yo encojo los hombros.
Sale del tren y nos explica, mientras nos acompaña a un punto de información cercano, que nuestro viaje no se va a producir hasta las 6 am. Por suerte, nuestro billete inútil no es tan inútil, y nos servirá para el próximo viaje.
No nos molestamos en buscar un sitio para dormir ya que la estación está provista de una magnifica caseta, en la que aparte de calientes, estamos incómodas y acompañadas.
A las 6 am nos despertamos nos incorporamos para emprender de nuevo nuestra aventura. Subimos al vagón y dormimos aproximadamente unas 4 horas. Mucho más que durante la noche anterior. A las 10 am bajamos en una parada llamada Berlín Standau… Ese segundo nombre fue el causante de que tuviésemos que esperar diez minutos primero, … y veinte después de darnos cuenta que el tren que se despedía a nuestras espaldas era el siguiente en dirigirse a nuestro destino.
2 paradas más y ¡por fin llegamos a Berlín!
Ahora falta encontrar el famoso Hostel en el que se hospeda nuestra amiga. Probamos en los puntos de información, pero si quieres un mapa lo tienes que comprar en las tiendas de información – Llamadme rácana pero nos apañamos sin uno-.
Después de un rato andando y mirando cartelitos por todos lados encontramos el metro U-Bahn, nos compramos nuestro bono de un día por 6’50 € y bajamos en la parada más cercana al Hostel. Al salir, la famosa “Köpenicker Str.” tiene dos sentidos: evidentemente nosotras escogemos el que no es para luego retroceder hasta ver ese cartelito que hizo que nuestras caras se iluminasen “A&O HH”. Entramos, negociamos con la recepcionista el juntarnos las 2 en la misma habitación que Anna y tras un rotundo fracaso nos reencontramos con nuestra amiga. La chica nos pone en habitaciones contiguas. Anna nos pone las pilas y al mínuto a las 2 horas ya estamos visitando la ciudad. Pateamos sin piedad (…….) cenamos en un Italiano y vamos a un bareto Dark donde un chico nos confunde con locales. Flipamos.
Regresamos a nuestra nueva casa y dormimos EN UNA CAMA!!
Al día siguiente volvemos a ser turistas normales, pero a las 3 pm estamos de vuelta para averiguar qué ruta debemos seguir ahora.
La recepcionista del Hostel, la persona más atenta y amable con la que me he topado en mucho tiempo, hizo las mil y una para encontrar un transporte al aeropuerto de Bremen.
Así que retornamos vía bus a la estación central y cogemos el tren.
Como todo iba demasiado bien y teníamos que hacer unos cuantos transbordos, nos bajamos en la parada que no era, teniendo que esperar 2 horas para el próximo y ÚLTIMO tren. Finalmente y tras mucha tensión llegamos a Bremen, donde, a falta de tranvías, deberíamos caminar sin rumbo durante 20 minutos para encontrar el aeropuerto.
Hartas de todo, con sueño y con ganas de sentirnos con la seguridad de que regresaríamos a casa, pedimos un taxi. Al ver el aeropuerto pensamos que nuestra pesadilla había terminado, pero no.
El aeropuerto estaba cerrado, eran las 2 am, llovía, hacía frío y cargábamos nuestro equipaje (que tanta falta nos había hecho). Un hombre que consideré un mendigo nos preguntó si esperábamos a que las puertas se abrieran. Ante nuestra respuesta nos sugirió que le dijésemos a la policía que nos dejase entrar. Nos quedamos un poco en shock pero fuimos avanzando hasta que Roser averiguó que una pareja que llegaba se disponía a hacer exactamente lo que el mendigo nos había recomendado. Dormimos cómodamente en las butacas del aeropuerto y horas después estábamos en casa.