Odiar la Navidad está de moda. Y mira que me jode ir a la última, pero no me dan opción.
Hay cosas que pueden llegar a gustarme como las luces estáticas de color blanco resiguiendo fachadas por todos lados (las intermitentes de colores ya son otra historia), o que la gente encuentre en estas fechas la excusa idónea para reencuentros familiares.
Pero odio que todo el mundo tenga fiesta y que todos decidan salir como alma poseída por el diablo a comprar regalos por simple obligación y que en consecuencia hasta para comprarte una bolsa de pipas tengas que hacer cola.
Odio ser parte de esa masificación sin darme cuenta y llegar a sentir que se acaba el mundo si alguien se queda sin regalo porque yo he sido muy perezosa o no me he acordado de comprarlo.
Pero lo peor de todo, lo que más odio en estas fechas es que a la hora de abrir los dichosos regalos que tantos sudores han costado, todo el mundo siga un orden. Cada uno espera su turno, a regañadientes, porque alguien siempre decide seguir un puñetero orden, para que lo demás no se pierdan detalle de la cara y la reacción de la persona en cuestión al quitar esos papeles tan rojos y útiles.
Para mí, esos segundos, son pura concentración: Intento aislarme de todo y pensar que estoy abriendo una caja llena de billetes a todas partes del mundo que voy a poder usar sólo si interpreto bien mi papel. Pero una vez abierto el regalo...suele ser difícil seguir con la farsa.
A veces me gustan, a veces cuela que me han gustado.
A veces noto como las expresiones de la gente me gritan que no doy una, a veces simplemente prefiero no mirar.
Hay cosas que pueden llegar a gustarme como las luces estáticas de color blanco resiguiendo fachadas por todos lados (las intermitentes de colores ya son otra historia), o que la gente encuentre en estas fechas la excusa idónea para reencuentros familiares.
Pero odio que todo el mundo tenga fiesta y que todos decidan salir como alma poseída por el diablo a comprar regalos por simple obligación y que en consecuencia hasta para comprarte una bolsa de pipas tengas que hacer cola.
Odio ser parte de esa masificación sin darme cuenta y llegar a sentir que se acaba el mundo si alguien se queda sin regalo porque yo he sido muy perezosa o no me he acordado de comprarlo.
Pero lo peor de todo, lo que más odio en estas fechas es que a la hora de abrir los dichosos regalos que tantos sudores han costado, todo el mundo siga un orden. Cada uno espera su turno, a regañadientes, porque alguien siempre decide seguir un puñetero orden, para que lo demás no se pierdan detalle de la cara y la reacción de la persona en cuestión al quitar esos papeles tan rojos y útiles.
Para mí, esos segundos, son pura concentración: Intento aislarme de todo y pensar que estoy abriendo una caja llena de billetes a todas partes del mundo que voy a poder usar sólo si interpreto bien mi papel. Pero una vez abierto el regalo...suele ser difícil seguir con la farsa.
A veces me gustan, a veces cuela que me han gustado.
A veces noto como las expresiones de la gente me gritan que no doy una, a veces simplemente prefiero no mirar.
4 comentarios:
Si te sirve de consuelo,hay alguien más que odia la Navidad.Pero no la Navidad en sí,sino el hecho de que se haya convertido en una fiesta basada en luces,comidas y regalos.
Qué se le va a hacer:el hombre es especialista en olvidarse de la esencia de las cosas importantes
Un beso!
Tuki*
En mi casa en cuanto a regalos somos más de: marica el último. Es cuestión de reactivar los sentidos y ser capaz de ver las reacciones que te ineresan... Mola no tener que fingir lo mucho que te ha gustado ese jersey con un reno estampado.
A mí tampoco me gusta estar a la última en lo que a tendencias se refiere, pero es que el odio a la navidad es una moda tan apetecible!!!!!!
filix añooo
Publicar un comentario